La diversidad como antídoto - Crónica del jueves 13 de octubre

Contra el odio, micrófonos y orejas. La tercera jornada de la Bienal de Pensamiento ha engrasado los mecanismos para fortalecer la democracia con más voces y más escucha.

Por la mañana, todo se ha precipitado cuando Carolin Emcke se ha dirigido a los más de 300 adolescentes que llenaban la Sala Teatre del CCCB para preguntarles: "¿Alguien ha visto el vídeo de los chicos del colegio mayor de Madrid?". Se encienden los murmullos entre los alumnos. Todo el mundo sabe a qué se refiere. “¿Qué pensáis?” Una chica levanta la mano, después otros dos compañeros. Ya no hay freno. Hay aplausos, susurros y debate. Es la hora de los micrófonos.

Apenas habían pasado 35 minutos desde el inicio del acto, tiempo suficiente para que la periodista y filósofa alemana reflexionara sobre las semillas del odio con la inestimable ayuda del sociólogo y activista trans Miquel Missé. Algunas ideas: "El odio no es natural ni una capacidad humana: se prepara". "Esto no va sólo de quienes odian y quienes son odiados: hay gente que toma la decisión de ser público". "Cada uno de nosotros tiene la posibilidad de decir no". "Las sociedades no piensan en las similitudes, siempre hay presión para tratar la diferencia". “Luchar contra el odio conlleva trabajo. Trabajo. Trabajo”. “Una sociedad democrática depende de todos nosotros, nos necesita: todos los días tenemos que luchar contra el odio”.

Luego, ensayo general del pensamiento. Las manos empiezan a levantarse. A lo largo de una hora, se habla de los detenidos en clase. De la necesidad de conocer la historia de discriminaciones que arrastramos. De nazismo, de fascismo, de franquismo, de música anticolonialista. Y de la necesaria convivencia con la diversidad que nos constituye.

Los estudiantes han demostrado que el odio es moneda corriente en sus entornos cercanos, pero también tienen la capacidad para desactivarlo. Han cuestionado algunas intervenciones de los ponentes, han repreguntado y han confrontado discursos, pero sobre todo han abierto nuevas perspectivas para seguir profundizando en las cuestiones planteadas. “¿Hasta qué punto la etiqueta que consideramos discriminadora es necesaria para visibilizar a colectivos que han sido discriminados?”, preguntan. "¿Cómo confrontamos los códigos que utiliza la extrema derecha en las redes?". "¿Podemos ser intolerables hacia los intolerantes?". Para Carolin Emcke, la intolerancia es necesaria. “Pero yo no quiero las mismas palabras, la misma furia y el mismo odio de quienes odian”, aclara: “No quiero que el odio de los demás me cambie”.

Por la tarde, resulta difícil no volver a pensar en los llamamientos a valorar la diversidad de la sesión matinal. Estamos de nuevo en la Sala Teatre, ahora, para escuchar la teórica política estadounidense Jane Mansbridge. Presentada por el profesor Josep Lluís Martí como una eminencia a nivel global, Mansbridge ha venido a Barcelona para hablar del arte de escuchar. "Los humanos apenas estamos aprendiendo a hacerlo, y eso es bueno, porque la democracia está pasando por un mal momento", dice al iniciar su discurso. Según Mansbridge, “nuestras democracias no están diseñadas para escuchar. Las instituciones nos animan a odiar a quien no piensa como nosotros, pero también nos pueden animar a entenderlo”. ¿Cómo? Pues, por ejemplo, propiciando espacios para escucha activa y toma de decisiones políticas. Para ilustrar la idea, la autora de Democracia. Amistad y pugna (Gedisa, 2021) expone lo que sucede en Estados Unidos y en Australia, donde existen asambleas con ciudadanos escogidos aleatoriamente, que durante un fin de semana se encuentran para escuchar a expertos sobre una materia, debatir y ayudar a redactar leyes. Mansbridge quita la calculadora. En espacios como éstos, un representante político puede hablar con 175 representados durante una hora vía Zoom. Si lo hicieran dos veces a la semana durante seis años, podrían llegar a escuchar a una cuarta parte de sus representados. "Cuando los ciudadanos salen de estos espacios deliberativos se sienten y han sido escuchados". "Y no es fácil escuchar a personas con las que tenemos pocas cosas en común, pero es sabido", añade, "que una de las mejores maneras de superar las divisiones es participar en una acción conjunta". A su lado, el doctor en filosofía del derecho teórico y político Felipe Rey, a la vez traductor y gran conocedor de su obra, dirá más tarde que lo que hace Mansbridge es "abordar la democracia desde la posibilidad de la amistad". Cambia más lo que es escuchado que quien escucha, repite Rey como quien ha encontrado la clave de todo. “No podemos crecer si no escuchamos”, dice Mansbridge: “Nos quedamos atascados en las personas que somos si no lo hacemos. Pensad en los niños: crecen hablando y escuchando”.

Amistad, odio, divisiones, escuela, el poder de ser escuchado... Todo da vueltas a la cabeza junto a las manos alzadas de los jóvenes. Aquellos chavales se han sentido escuchados de forma activa por Carolin Emcke y Miquel Missé. Y se han abierto a la diversidad. A escuchar y ser escuchados. A respetar. A crecer. Contra el odio.

Me pregunto cómo transformaré en palabras este chup-chup mientras me dirijo al Pati de les Dones del CCCB. Allí, los encuentros a la intemperie del BIVAC están ya en la recta final. “Como pensamos mejor cuando lo hacemos juntas, y pensamos mejor desde la diferencia”, se dice en la carta de presentación del acto, “hemos convocado a diez artistas, pensadoras, escritoras y activistas, procedentes de contextos diversos y con miradas también diversas sobre las complejidades del presente”. De nuevo, la diversidad. Cuando me planto ante el escenario, Bittah y Míriam Hatibi conversan sobre el refugio que no debe ser pérdida, sobre la dificultad de enfrentarse a los prejuicios para ofrecer una acogida incondicional, sobre cómo hacer que la vida se base en lo que nos da placer y esté al alcance de todos. Más tarde, la activista anticapacitista Oyirum y la psicoterapeuta y performer travesti Personaje Personaje, se escuchan. “Hoy hace 530 años y un día, se inventaron la intemperie y nos dividieron entre hombres y mujeres. Estamos expulsadas de la matriz”, dice ésta. “Te mueves en tierra de nadie, no encajo ni siquiera en lo que se entiende por discapacitada”, dice la otra. Hablan de etiquetas que no encajan y de la maldición del binarismo. Y se escuchan, sobre todo se escuchan. Se llaman y escuchan con la misma pasión matinal.

Jorge de Miguel